Lo único bueno de esta "película" es su breve duración (75 minutos).
La ópera prima de Alex Israel, un artista plástico quién también es co-responsable del "guion", no tiene idea de qué quiere decir, ni cómo quiere decirlo, aunque sí sabe que lo quiere hacer "bonito". Parece que va de Penny Cooper, una adolescente que pasará el verano con Johnny, su "novio" y con quien planea perder su virginidad. También parece ir, precisamente, de Johnny, quién tiene una crisis existencial tras la muerte de su padre y también parece tratar de Ash Baker, un músico que se niega a ceder su esencia artística ante las presiones de su disquera. ¿Ven el problema? Va de todo y de nada y se toma al menos 30 minutos en establecer conflictos que nunca se sienten como tales, que se han visto mejor planteados y desarrollados en otras tantas películas adolescentes, que se resuelven en un 2 x 3, y sobre los cuáles la verdad es que no se siente nunca mayor interés.
Por si fuera poco, la película también tiene una narradora que ni la voz y el encanto de Goldie Hawn pueden salvar, pretende rendir homenaje a clásicos del cine, desperdicia el carisma y talento de sus protagonistas (Carson Meyer, Noah Centineo, Jackson White y Bianca A. Santos) y hasta los cameos de Pamela Anderson y Keanu Reeves.
"SPF-18" es un pobre ejercicio que no puede llamarse cine, que tampoco es un capítulo de una serie de televisión, aunque se acerca más, y que ni siquiera sería un mal proyecto de cualquier estudiante de comunicación o cine.
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