Cuando de tragedia, enfermedad o situaciones poco convencionales se trata, siempre le pasa a los otros... hasta que no.
Una recámara a media luz; una familia que llora la partida de la madre. Así empieza "Other People". Es un inicio que golpea, que incluso desanima ante el dolor que se ve. Podría pensarse que revelar tal momento es un spoiler y no lo es. El filme no es sobre el resultado, es sobre el proceso; no es una tragedia ni un melodrama, evita lugares comunes y balancea con tino, buen gusto y mucha casualidad y naturaleza el drama y la comedia. La mirada es la de David, el hijo mayor, quién regresa para apoyar a su madre, enferma de cáncer, y, mientras lo hace, lidia con un padre conservador que aún no digiere que es gay y con la incertidumbre de qué pasará con su carrera como guionista.
"Other People" se concentra en los otros, en aquellos que en apariencia no figuran de manera tan regular en la pantalla grande, en aquellos a los que les pasa lo que no nos pasa o no queremos ni consideramos que puede pasarnos, y que, sin embargo, son un mejor espejo de "los otros". Jesse Plemons es un gran acierto como protagonista. Más allá de su gran labor histriónica, de la sensibilidad y vulnerabilidad con la que interpreta a David, se agradece ver a un actor que es como cualquier persona de a pie, con un poco de sobrepeso, con un rostro bonachón, pero sin facciones perfectas. Él y Molly Shannon, quien hace a Joanne, la madre, son el corazón de la película; transmiten esa complicidad, ese amor incondicional, que da, que quiere evitar dolor, que sólo sucede entre madres e hijos.
La ópera prima de Chris Kelly, basada en gran medida en su propia historia, se sumerge en las dinámicas familiares, en la muerte, el duelo, las expectativas entre padres e hijos con gran dignidad, evitando lástimas falsas, ajenas, de otros. Es una catarsis nostálgica que le agrega el "nos" a "otros".
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