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"El verano que me enamoré" (The Summer I Turned Pretty)

El título en español es terrible, la serie no.

"El verano que me enamoré" es una adaptación de la novela "I Turned Pretty" de Jenny Han y forma parte de una trilogía de romance juvenil. Sí, la verdad es que suena, desde ahí, a algo que hemos visto (o leído) ya muchas veces, pero no de esta manera ni con estas virtudes. Isabela "Belly" Conklin acostumbra a veranear cada año, en compañía de Laurel, su mamá (Jackie Chung), y su hermano Steven (Sean Kaufman) en la casa de los Fisher. La madre, Susannah (Rachel Blanchard) es gran amiga de Laurel, por lo que sus hijos, Conrad (Christopher Briney) y Jeremiah (Gavin Casalengo), han crecido prácticamente como hermanos de los Conklin. Este verano, la diferencia la pone que, en plena adolescencia, Belly ha dejado de ser la niña de lentes y trenzas. En medio de los preparativos para un baile de debutantes (sí, muy a la "Bridgerton", aunque parezca fuera de tiempo), Belly se ve envuelta en un cuarteto romántico entre los hermanos Fisher y Cam (David Iacono), un chico local.

"El verano que me enamoré" es una manera pésima de traducir el título original. Simplifica y más aún banaliza la propuesta del original: "El verano que me volví bonita". Y es que en el trasfondo está sí, una adaptación de "El patito feo", pero, más aún, un entendimiento de la metáfora que implica. El "volverse bonita" captura muy bien la nueva perspectiva de Belly del mundo, su deseo de probar nuevas experiencias; la manera en cómo los demás la ven ahora, en que la notan, ya no como niña, sino como mujer. En esa hambre de vivir que no cae en los excesos o lo mórbido de otras series de adolescente, en la inocencia que implica, en el asombro que hay está gran parte de su encanto.

Lola Tong, quién hace a Belly, es un gran descubrimiento. Físicamente es bella, pero no de manera artificial. Histriónicamente expresa justo los valores que la serie necesita. Entre sus intereses románticos, Christopher Briney le da el tono adecuado al atormentado Conrad, aunque es innegable que la fórmula del "chico malo" ha empezado, por más que resulte atractiva, a desgastarse un poco; afortunadamente aquí eso no detona en masculinidad tóxica. Gavin Casalengo es el contaste perfecto; interesantemente su personaje, Jeremiah, resulta ser fluido sin que se ello se vuelva un tema. El resto del elenco juvenil bien también, pero hay que destacar lo que el guion hace con los personajes adultos y que sus intérpretes aprovechan.

Además de ocuparse de los adolescentes, con situaciones sencillas, pero escritas con frescura, "El verano que me enamoré" también se ocupa Laurel y Susannah. La primera, recién divorciada, encontrando la manera, como escritora, de inspirarse nuevo y conociendo, por accidente, a Cleveland un autor local. Susannah, enfrentando de nuevo una enfermedad ante la cuál ha tomado una decisión inesperada. Ambas ante la alegría y el temor de ver a sus hijos crecer. Este balance es una fortaleza de la serie. Aquí los papás ni son fantasmas ni son bidimensionales.

La serie ha sido ya renovada para una segunda temporada y qué bueno. Es una comedia romántica juvenil con las sombras que el verano tiene, pero, más aún, con la frescura, el sol y la vida que lo caracterizan. En "El verano que me enamoré" o, mejor dicho, "El verano en que me volví bonita" hay luz y hay una perspectiva que hacía falta y que se resume muy bien en un par de frases que la propia Belly expresa: "Fue un verano que nunca, nunca olvidaría. Fue el verano en que todo empezó. Fue el verano en que me puse bonita. Porque por primera vez, lo sentí. Bonita, quiero decir." y "Pensé que este verano iba a ser como todos los otros veranos, pero no lo es...porque no lo permitiré".

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EE. UU. 2022 - 7 Episodios de menos de 50 minutos


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