A fuego lento se cuece "El practicante".
La vida de Ángel es rutinaria. Oscila entre su trabajo en una ambulancia y su casa, donde lo espera Vane, su novia. Un accidente lo deja físicamente en una silla; psicológicamente, en la obsesión y sospecha sobre Vane y su futuro juntos.
"El practicante" atrapa con su atmósfera sombría y, sobre todo, gracias al trabajo de Mario Casas, quién en esta ocasión rehuye a su carisma natural para encarnar a un personaje críptico, incómodo, pero atrayente; es, como diría Freud, siniestro.
El relato es, por momentos, disparejo, pero una vez que se entra en su ritmo, el trayecto vale la pena.
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