A inicios de la década, Oskar Gröening fue llevado a los 93 años a juicio. Gröening había sido contador en Auschwitz, un campo de concentración. Su labor, recoger e inventariar las pertenencias de los judíos cuando llegaban.
"El contador de Auschwitz" utiliza el caso de Gröening para plantear una serie de cuestiones que giran en torno a la justicia, la culpa, el perdón y la importancia de la memoria. Podría pensarse que Gröening no tenía porqué ser enjuiciado. Él nunca mató a nadie directamente, pero estuvo ahí. Habían pasado décadas de los hechos. Era un hombre en sus últimos años de vida, quizás un hombre distinto al que con poco más de veinte años realizó dichas tareas. Un hombre que a diferencia de tantos otros no negó lo que pasó, ni trató de disfrazarlo o rehuyó a confirmar prácticas que nunca dejarán de causar horror.
El documental hace una labor destacada en entretejer el pasado con el presente, con las contradicciones de la sociedad alemana que trata de reconciliar los hechos en los que fue partícipe y que preferiría olvidar; con sectores que aún lo niegan o justifican; con un sistema que ha sido juez y parte, que cree que un par de condenados son suficientes a cambio de los cientos de miles de muertos.
Más allá de ser sobre "El contador de Auschwitz", que lo es, es una disertación sobre los dilemas éticos y morales del día después... aquellos que siguen vigentes hoy en día, aquellos que se siguen sembrando en otros lugares del mundo.
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