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Qué bello es vivir

A Mark, inspirador y motor de muchos sueños.

“Mira, papá. El maestro dice que cada vez que suena una campana, un ángel recibe sus alas,” Zuzu Bailey.

Vida y esperanza.


Es Nochebuena y George Bailey (James Stewart) ha decidido poner fin a su vida. Un descuido de otra persona ha puesto en jaque su futuro, el de su familia y todos a quienes aprecia. Pero George es una persona querida. Las plegarias no paran de llegar y el cielo envía a Clarence (Henry Travers), un ángel de segunda clase quien aún no ha conseguido sus alas, a ayudarlo.


“Qué bello es vivir” es una de esas películas que sólo el tiempo ha sabido colocar en su justo lugar. Cuando se estrenó en 1946 recibió críticas encontradas y tuvo poco éxito en taquilla. Aun así se hizo de cinco nominaciones al Premio de la Academia incluyendo los rubros de Mejor Película, Mejor Director y Mejor Actor para Stewart, por una magnífica y poderosa interpretación. Años más tarde en la década de los 70 expiraron sus derechos de explotación y las cadenas televisivas comenzaron a transmitirla en Navidad. La cinta fue redescubierta por críticos y público, y se instauró como un clásico de la época. Hoy ocupa el lugar once en la lista de las 100 Mejores Películas del American Film Institute.



Lo especial del filme, basado en el cuento “El gran regalo” de Philip Van Doren Stern, es su sencillez y honestidad para inspirar. La trama muestra la vida de un hombre que se ha sacrificado por decisión propia dejando atrás sus sueños para apoyar los de otros y encontrar de esa manera la felicidad, pero, sobre todo, la tranquilidad que da el saber que se ha hecho lo correcto. Y cuando la vida da embates y parece ser ingrata el milagro no existe, sólo la bondad de la gente. Para algunos, esto puede ser trillado, cursi y hasta ingenuo, pero la realidad es que “Qué bello es vivir” apela a ese lado del ser humano que permite seguir creyendo que a pesar de todo vale la pena vivir. Es un canto de inspiración.

En el día a día de la vida se toman decisiones y se tienen reacciones, algunas visibles y otras imperceptibles. Un gran regalo sería ver aquello que sucedería en el mundo si no se hubiera existido. Una muestra del eco sin sonido. Apreciar en el basto universo la insignificancia del poder que cada uno tiene para hacer una diferencia llevaría a valorar que sólo cuenta cómo se vive cada día. Eso es más poderoso que cualquier cantidad de dinero o fama. Su influencia, por pequeña que pueda parecer, es un efecto dominó. La balanza debe aprender a pesar aquello intangible... o tal vez no, pues contrario al dinero, el valor de las acciones no puede ser medido por su peso, sólo por sus consecuencias y la diferencia que puede hacer.

It’s a Wonderful Life

EE.UU. 1946

Director: Frank Capra.

Reparto: James Stewart, Donna Reed, Lionel Barrymore, Thomas Mitchell y Henry Travers.

Artículo inicialmente publicado en el periódico estudiantil “La Catarina” de la Universidad de las Américas-Puebla. Derechos Reservados de Carlos Andrés Mendiola H.

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