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MetrĆ³polis

ā€œNo puede haber entendimiento entre la mano y el cerebro a menos que el corazĆ³n actĆŗe como intermediario,ā€ Maria.

IcĆ³nica.

DifĆ­cil es hacer justicia en pocas palabras a uno de los filmes que ha definido el cine, que ha marcado su quehacer en historias e imĆ”genes y que dio nacimiento al gĆ©nero de la ciencia ficciĆ³n en el sĆ©ptimo arte.



La primera pelĆ­cula en ser incluida por la UNESCO en el ā€œRegistro Mundial de la Memoriaā€ estuvo a punto de causar la bancarrota de la UFA, su compaƱƭa productora, a causa de su elevado costo (5 millones de marcos, equivalentes a mĆ”s de 200 millones de dĆ³lares actuales). El presupuesto se generĆ³ tras dos aƱos de filmaciĆ³n y mĆ”s de 37 mil extras. Eran los requerimientos necesarios para contar lo que sucede en una ciudad dividida en dos: los ciudadanos de la superficie y los esclavos de las profundidades, ambos ignorantes del otro. Joh Frederson (Alfred Abel) dirige la ciudad en su carĆ”cter de hombre de negocios y dictador. Su hijo Freder (Gustav Froehlich) juega en los jardines del placer cuando aparece MarĆ­a (Brigitte Helm), una mujer de los subterrĆ”neos, a quien acompaƱa un grupo de niƱos. Frederer quiere saber mĆ”s de ella y acude a Rotwag (Rudolf Klein-Rogge), inventor y conocedor de los secretos del lugar. El contacto entre los dos mundos trae consecuencias cuando Frederer descubre las condiciones en que viven y Rotwag secuestra a Maria para utilizarla como medio de control de los trabajadores a travĆ©s de un robot que ha fabricado.


Basada en la novela de Thea von Harbou, la pelĆ­cula favorita de Hitler es un esfuerzo de una mente cuyo perfeccionismo podrĆ­a rayar en la obsesiĆ³n y que ha sobrevivido a la fecha a pesar de pĆ©rdidas, modificaciones, censuras y restauraciones. Sin embargo, su uso del lenguaje cinematogrĆ”fico (lleno de momentos clave que van de la apariciĆ³n del robot a la locura del inventor pasando por el uso de sombras, sobreimpresiones y disolvencias, por mencionar algunas y sin olvidar el uso de la mĆŗsica) para contar una historia, llenar los huecos que hay en ella, y construir un discurso vigente en torno al progreso y la estructura social.


El impacto de ā€œMetrĆ³polisā€ tiene ecos que han sonado desde su primera exhibiciĆ³n y que continĆŗan hoy en dĆ­a. La ciudad donde las hazaƱas de Superman tienen lugar le debe su nombre, mientras que las raĆ­ces de los villanos del hombre murciĆ©lago y la imagen de C-3PO de ā€œStar Warsā€ (1977) estĆ”n en Rotwag y el robot, respectivamente. La ā€œMetrĆ³polisā€, una vez visitada, no puede ser abandonada. Igual que este par de brotes, los otros muchos que se exhiben y cosechan, no dan lugar a dudas de la poderosa vida detrĆ”s del expresionismo alemĆ”n y la imaginerĆ­a visual.

Metropolis

Alemania 1927

Director: Fritz Lang.

Reparto: Brigitte Helm, Alfred Abel, Gustav Frƶhlich, Rudolf Klein-Rogge.

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