"Podrías decir que soy como cualquier niño normal. Tengo una familia. Tengo una computadora, tengo un Xbox... No puedo decirte cómo me veo. Lo que te imagines, seguramente es peor". Así comienza "La lección de August", novela protagonizada por un niño de diez años con Síndrome de Treacher Collins, un trastorno genético que ocasiona malformaciones craneofaciales.
August es como cualquier niño aunque no se vea como tal. Y es ahí donde reside el corazón y la belleza de esta historia. Está dividida en ocho partes y contada desde distintos puntos de vista: August (interviene tres veces), su hermana Olivia, su mejor amiga Summer, su mejor amigo Jack; el novio de su hermana, Justin, y Miranda, amiga de la infancia de Olivia. El recurso permite, entender, sin juzgar, la experiencia de cada uno. Con ello, derriba muros y construye puentes. Es una lectura indispensable en tiempos donde la apariencia sigue siendo un obstáculo.
"La lección de August" acierta en no ser aleccionadora aún y cuando su título en español así lo dice. Entiende cada punto de visto en un relato que es difícil de dejar, que es muy empático, muy emotivo y que se centra en la belleza interna. "La lección de August" es una lección que todos debemos tener y más aún, una maravilla de relato sobre aquello que reside más allá de toda apariencia: la maravilla que es cada ser humano.
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