“Tu trabajo es conseguir mi final… por eso no estoy muy seguro de cuánta suerte debo desearte. Pero estoy seguro de que nos divertiremos mucho. Ta-ta,” H (en carta enviada a Clarice).
A una década de que los inocentes guardaran silencio, Habbibal Lecter y su recetario están de regreso.
Diez años tomó cocinar y servir la secuela del clásico “El silencio de los inocentes” (1991), “Hannibal”. El mismo tiempo ha pasado para el caníbal (Anthony Hopkins) y la agente Clarice Sterling (Julianne Moore). Él, de nuevo en la lista de los más buscados del FBI, es curador en un museo italiano, ella hace trabajo de escritorio para el buró. El millonario Mason Verger (Gary Oldman), otrota paciente del también psiquiatra, será el encargado de reunirlos. Verger, un pedófilo desfigurado durante terapia (Lecter lo drogó e indujo a cortarse la cara para alimentar a unos perros, “parecía una buena idea en ese momento”, dice), busca venganza y Clarice es el señuelo perfecto.
Mientras “El silencio de los inocentes” se teje paulatina y sugerentemente sobre la base psicológica que resulta de las tensiones entre Lecter y Sterling, “Hannibal” opera en el sentido contrario. Lecter conserva la avidez, perspicacia y mordacidad que lo hicieran tan encantadoramente siniestro, pero la libertad de la que goza reduce parte del encanto. Clarice se ha vuelto seca y un tanto cínica. El ingrediente que agrega la presencia de Verger le da un toque más de intriga, pero el problema de “Hannibal” no está en las partes sino en la forma en que han sido preparadas y presentadas.
Ridley Scott es valiente al tomar el mando de semejante misión. Inicialmente la intención era que el equipo original repitiera en la secuela. Thomas Harris, autor de la novela, quería que tanto Jonathan Demme como Anthony Hopkins y Jodie Foster (la Clarie original) estuvieran satisfechos con la historia. El guion se rescribió al menos quince veces pero al final ni Demme ni Foster regresaron. Hopkins consideró abandonar el proyecto también; el estudio incluso consideró a Tim Roth para reemplazarlo. Pero Lecter está de regreso (y como pez en el agua) en la única piel que podría albergarlo, la de Hopkis. Julianne Morre, quien se quedó con el personaje sobre actrices de calibre de Cate Blanchet, Hilary Swank, Angelina Jole, Jennifer Jason Leigh, Winona Ryder y Helen Hunt, está a la altura del reto, entregando una Clarice más madura y compleja… aunque nunca será Foster. Scott es cuidadoso en todos los aspectos técnicos. La fotografía, vestuario y dirección de “Hannibal” están al punto. La historia es prometedora, pero el resultado insatisfactorio.
Ganadora del premio Bogy en Plata en los Premios Bogey y nominada al premio Saturno por Mejor Actor, Mejor Actriz y Mejor Película de Horror, y ganadora por Mejor Maquillaje, “Hannibal” es un exótico platillo que no alcanza los más altos niveles de la comida gourmet. La fábula sobre el bien y el mal, y los límites del ser humano, termina por desmerecer ante la falta de profundidad de los personajes y la historia, y su deseo de impactar (por demás atrevida la escena donde se comen sesos directamente de un hombre vivo).
Al atreverse de más, al dar demasiado, “Hannibal” pierde la consistencia que hacía de “El silencio de los inocentes” tan perversamente encantadora y atrayente; verdaderamente exploraba los rincones mas obscuros de la psique humana. “Hannibal”, por el contrario, acaba diluyéndose. El exceso choca, aburre. “Hannibal” es un platillo a disfrutarse con reservas. A pesar de ello, “buen provecho”.
EE.UU./Inglaterra 2001
Director: Ridley Scott.
Reparto: Anthony Hopkins, Julianne Moore, Ray Liotta, Gary Oldman.
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