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El código Da Vinci

Crimen, religión y secretos.


Un hombre es asesinado en el Museo de Louvre, pero antes de dar su último suspiro deja una serie de pistas para el semiólogo Robert Langdon (Tom Hanks). Langdon, con ayuda de la agente Sophie Neveau (Audrey Tatou), deberá desentrañar una serie de acertijos que lo llevarán a descubrir uno de los secretos mejor guardados por la Iglesia.



La esperada adaptación (tan solo por la compra de los derechos Sony Pictures pagó 6 millones de dólares) del best-seller de Dan Brown, “El Código Da Vinci”, queda muy lejos de cumplir las altas expectativas que generó y que implicaron su esperado, pero desafortunado estreno como la película elegida para abrir el Festival de Cannes en 2006. El filme se engalana con un reparto internacional de altos vuelos que, sin embargo, no en todos los casos cumple con el perfil de los personajes. De entrada, Tom Hanks está lejos de la descripción que Brown hace del personaje principal. Hanks no era la primera opción de Ron Howard. Con más tino había pensado en Bill Paxton, quien no pudo aceptar por conflictos de agenda. Entre los candidatos también se pensó en Russell Crowe, George Clooney, Ralph Fiennes y Hugh Jackman. El primero hubiera sido una elección interesante. El otro desacierto es Audrey Tatou, cuyo lugar pudo haber sido ocupado por Julie Deply, Kate Beckinsale o Sophie Morceau. La cuestión no está en su registro actoral sino en la distancia natural que los actores tienen con personajes fuera de su tipo. A pesar de ello, hay que reconocerlo, entregan interpretaciones convincentes. Por su parte Jean Reno encarna el papel que inspiró a Brown, el capitán Faché; Paul Bettany se muestra terrorífico y atormentado como Silas, el obediente miembro del Opus Dei. Sin embargo, su personaje se queda a medio camino y no por su culpa. Del resto del reparto sobresale Ian McKellen como el doblemente intencionado parapléjico Sir Leigh Teabing.


Pero el menor de los problemas de “El código Da Vinci” está en sus actores. Tampoco está en una hermosa fotografía y una excelente elección de locaciones. Aun cuando la propia novela se muestra ágil y sumamente visual, el guion no logra igualarla ni en el planteamiento de los hechos ni en la construcción del suspenso. Mucho de lo interesante de los personajes queda fuera también. Curiosamente el aspecto más complicado de llevar a la pantalla (las explicaciones históricas del secreto) son las que mejor resuelve. Howard, responsable de “Una mente brillante” (2001) y “Apollo 13” (1995), está fuera de su elemento en el thriller. El director no puede solventar las carencias del guion y entrega una película que a pesar de su larga duración se siente apresurada. Su trabajo incluso le mereció una nominación a la Frambuesa de Oro. “El código Da Vinci” sí aumente la adrenalina del espectador, pero no la enfoca en la dirección indicada. Más que querer saber qué pasará con los personajes y cuál es el secreto que tanto se ha guardado, el espectador se siente apresurado a abandonar la sala. Los últimos minutos parecen un resumen abreviado pues los minutos se han acabado. Contrario a lo que pasa en otros casos, en éste una mayor duración o una mejor administración del tiempo, hubieran dado un mejor resultado.


“El código Da Vinci” resultó polémico al proponer que la base del catolicismo (la crucifixión de Jesucristo) fue una mentira. Esa búsqueda del Santo Grial y su verdad era envuelta por un aura de verdad que inevitablemente ponía a pensar. En el cine el misterio en vez de incrementarse se pierde y una vez que se han acabado las palomitas también lo ha hecho la intriga.

The Da Vinci Code

EE.UU. 2006

Director: Ron Howard.

Reparto: Tom Hanks, Audrey Tatou, Jean Reno, Ian McKellen, Paul Bettany, Alfred Molina.

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