Música, diversión y color se multiplican en esta secuela del éxito de 2016.
Ya como reina, Poppy descubre que que existen otras tribus de trolls, cada una definida por un estilo de música: pop, rock, country, clásica y funk. En su deseo de conformar una gran comunidad, acepta la invitación de Barb, reina del rock, quién busca adueñarse de las cuerdas de poder y así dominarlos a todos, eliminando con ello otro tipo de música.
"World Tour" se las ingenia muy bien para expandir el universo de los trolls (todavía me pregunto cómo es que algunas razas son trolls sí parecen todo menos uno, aunque quizás ese es un problema mío), con un recurso inspirado en las Gemas del infinito del Universo Cinematográfico Marvel, abriendo posibilidades para contar muchas más historias y seguir comercializando la muñeca, con ello integra toda la música, y más aún construye una metáfora entre cómo las diferencias entre seres, como en la música, son la única forma de conseguir una armonía. Además, pasará a la historia como la película que con un presupuesto de 100 millones de dólares se estrenó, sin cambiar su fecha de lanzamiento a causa del coronavirus, en video en demanda, convirtiéndose en la más exitosa en hacerlo y abriendo nuevas posibilidades para la industria del cine.
El feeling que no se podía detener en "Trolls" sigue vivo en esta entrega. Es muy apropiada para padres e hijos, los primeros apreciarán más de un chiste que a los segundos les pasarán desapercibidos, además de varias referencias culturales, entre ellas la caracterización de algunos trolls (Chazz, por ejemplo, se basa en Kenny G; Delta Dawn en Dolly Parton y King Thrash en Ozzy Osbourne). Eso sí, aún y con todas sus virtudes, el sentimiento que "World Tour" consigue es menos poderoso que el de su antecesora... aunque sigue siendo bastante feliz.
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