Tan cerca de la pretensión y tan lejos de lo relevante.
Luis Estrada es responsable de clásicos del cine mexicano como "La ley de Herodes" y "El infierno", títulos que lo convirtieron en el director más crítico del gobierno mexicano; cada uno de sus títulos desmenuzaba de manera satírica a quién estuviera en turno. "¡Que viva México!" prometía hacerlo para la Cuarta Transformación. Es la primera colaboración de Estrada con Netflix y la intención era que el filme se estrenara en dicha plataforma el 16 de noviembre de 2022. Estrada quería también un lanzamiento en salas como ha sucedido con un selecto grupo de títulos de la plataforma y que incluyen "Roma", "Bardo" o "Pinocho de Guillermo del Toro". Netflix se negó, Estrada adquirió los derechos, el estreno se dio con más de 2 mil copias y la taquilla la favoreció con más de 23 millones de pesos en su primer fin de semana. La victoria fue para Netflix donde de cualquier manera se estrenará siete semanas después.
Alfonso Herrara toma el relevo de Damián Alcázar, protagonista de cabecera de Estrada y quién ahora tiene otros roles. Herrera es Pancho Reyes, administrador de una fábrica con una carrera en ascenso. Está casado con Mary (Ana de la Reguera) con quien tiene dos hijos. Su pesadilla es tener que volver a La Prosperidad, el pueblo del que proviene. La curiosidad y, mejor dicho, la avaricia, lo lleva a ello cuando su abuelo fallece. Ahí se reencuentra con su famlia: Rosendo (Damián Alcázar) y Dolores (Ana Martin), su abuela (Angelina Peláez), sus varios hermanos (literalmente de todos los colores y sabores, incluyendo al que no es muy listo, al que cambio de género, al chacal y demás) y sus tíos, el gobernador del pueblo y el cura (también a manos de Alcázar). La alegría de ver de nuevo a Pancho cambia cuando resulta ser el heredero universal y una guerra se desata.
Desde el inicio "¡Que viva México!" da cuenta de algunos de sus problemas: escenas innecesarias o más largas de lo necesario, un tono disparejo (trata de ser chistosa en lugar de serlo; unos actores están en comedia, otros en sátira y otros más no saben en qué están) y mala dirección de sus actores que acaban sobreactuándose (es una pena a ver a Angelina Peláez en un rol tan caricaturizada como es la abuela y lo peor es que no es la única, Joaquín Cosío también está mal y el propio Damián Alcázar no siempre se escapa; ¿cuál era la necesidad de que interpretaran tantos personajes Cosío y Alcázar?; luego están Adriana Luvier o Luis Fernando Peña, por mencionar algunos, que seguro se sintieron muy ilusionados de trabajar con Estrada y a cuyas carreras no les da nada este título, al contrario). Aun así, los dos primeros actos fluyen y mantienen bastante bien el interés. El problema viene en el tercero.
"¡Que viva México!" se engolosina, quiere contar más y más, quiere contar tanto que termina por no contar nada. Vaya, hay una propuesta que va de que el rico quiere quitarle a los pobres para ser más rico (y porque el pobre no lo sabe aprovechar y lo mal gasta) y el pobre quiere quitarle al rico (porque ya tiene mucho y debería repartirlo); la ironía está en que en quitarse unos y otros, los beneficiados terminan siendo otros. Sí, no es una mala idea, tampoco la más original; luego de hacerla todavía quiere contar más y se hace bolas porque su crítica no está sólo en el entretejido social mexicano, también está un poco en el gobierno (no es una crítica al gobierno actual, aunque sí le tira a través de un par de comentarios y por medio de la inclusión de un par de espectaculares de Andrés Manuel López Obrador), otro tanto en la familia, algo más en la corrupción, el machismo, sexismo... el engrudo se le hace bolas y luego se pudre.
El último acto, por no decir alrededor de la mitad de la película, termina siendo una penitencia. Son tantos los personajes y la situación está siendo tan alargada que el interés se pierde, no un poco, por completo. Terminar de ver "¡Que viva México!" es un logro, una victoria contra el aburrimiento y la irrelevancia. Ya a nadie le interesa qué sucederá con Pancho o nadie más. Es predecible, no es divertido, tampoco inteligente y mucho menos "revelador". Los problemas del filme no terminan ahí. En su pretensión, por ejemplo, tiñe de sepia la fotografía para darle un "tono de antaño" que tampoco aporta para hablar de un México deslavada cuando lo deslavada y desgastada es la idea que construye al propio filme.
"¡Que viva México!" es una desgracia, una tremenda decepción de un director que ha perdido la brújula sobre lo que quiere decir y sobre lo que es el buen cine. Netflix gana con su estreno en cines; ya recuperó con la venta de los derechos para salas mucho más de lo que habría conseguido de haberlo hecho en la plataforma. A Estrada el fin de semana le dejará contento, pero es claro que Netflix también tenía razón. No es ni Alfonso Cuarón, ni Guillermo del Toro, ni Alejandro González Iñárritu y si a ellos les ha dado estrenos limitados, es claro que Estrada no lo merecía (no digan en salas, en ningún lugar). Si como se dice de manera popular México está tan cerca de Estados Unidos y tan lejos de dios, "¡Que viva México!" no está cerca, es un caos, una pérdida de tiempo y lejos, sí, muy lejos del cine que Estrada cree que hace, de lo relevante y divertido. "¡Que viva México!" es un chiste del que nadie ríe.
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México 2023 - 3h 11m
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