Carlos Andrés Mendiola

26 de dic de 20162 min.

La casa de arena y niebla

“Ella es un pájaro... uno roto. Tu abuelo acostumbraba a decir que un pájaro que vuela a tu casa es un ángel. Debes ver su presencia como una bendición,” Behrani a su hijo.

Esperanza, contraste, sueños, dificultades y tragedia.

Kathy Nicolo (Jennifer Connelly) es una joven que lidia con su alcoholismo y el abandono de su esposo. En su depresión ha olvidado sus deberes civiles y su pago de impuestos por la casa en que habita, una herencia de su padre con vistas a la costa de California. Su descuido lleva la propiedad a subasta donde es comprada por Massoud Amir Behrani (Ben Kingsly), un inmigrante iraní, quien fuera coronel del Shah y ahora tiene dos trabajos para mantener a su familia y mantener las apariencias. Behrani cree que esta casa simboliza la primera piedra de una mejor vida para él, su esposa y su hijo. Pero Kathy no está dispuesta a abandonar la casa, ofertada por un error del gobierno y cuyo valor es más sentimental que monetario. En la pugna por la vivienda se ponen en juego cuestiones cuyo precio es inestimable y cuya transacción es irreversible.

Perelman entrega en su opera prima una cinta provocadora cuya base está en la novela de Andre Dubus III. “La casa de arena y niebla” estuvo nominada en varias premiaciones, principalmente en las ramas de actuación. Los Independet Spirit Awards premiaron a Aghdashloo como Actriz de Reparto, el Oscar la nominó y también incluyó a Kingsly, para extrañamente omitir a Connelly. Esta es una de las mejores películas de 2003. Su trama sorprende, sacude al espectador y lo deja sin aliento.

Uno de los grandes méritos del filme está en que no toma partido por ninguno de los protagonistas. Quien le mira siente simpatía por cada uno de los personajes. Cada uno está al descubierto, cada uno tiene sus motivos y son justificados; es posible identificarse con ellos, entenderlos y compadecerlos. Aquí no hay bien y mal. No hay camino ni salida fácil. No hay respuestas.

El sueño americano resulta una ilusión representada por los múltiples significados que puede tener una casa. Para algunos es un lugar donde descansar, para otros una inversión, un refugio o una comodidad... para unos pocos más que una cosa es una llave a la identidad, un vínculo con el pasado. Pero una casa también puede ser un obstáculo, una interferencia para la comunicación y la empatía. Hay que ver del otro lado o someterse a la ceguera que consume.

Kathy es el pájaro roto, el ángel, que regresa a su casa y la encuentra ocupada. Para Behrani es una bendición. En la interpretación, en el medio, se nubla la vista. El torbellino de acciones y consecuencias ponen punto final al futuro. Después de todo, esta es una casa donde no se ve lo que hay al otro lado hasta que es demasiado tarde... una casa de arena y niebla.

House of Sand and Fog

EE.UU. 2003

Director: Vadim Perelman.

Reparto: Ben Kingsly, Jennifer Connelly, Ron Eldard, Shohreh Aghdashloo, Jonathan Ahdout.

Artículo inicialmente publicado en el periódico estudiantil “La Catarina” de la Universidad de las Américas-Puebla. Derechos Reservados de Carlos Andrés Mendiola H.

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