Carlos Andrés Mendiola

1 de ene de 20172 min.

El príncipe de Persia: las arenas del tiempo

Luego de, contra todas las apuestas, convertir la adaptación de una atracción de los parques Disney en una exitosa franquicia cinematográfica (“Piratas del Caribe”, 2003, 2006, 2007 y 2011, con un reboot previsto para los próximos años), el productor Jerry Bruckheimer pretendió repetir la fórmula al conseguir lo propio con el videojuego “El príncipe de Persia”.

Ubicada en lo que hoy es Irán, “El príncipe de Persia” tiene por protagonista a Dastan (Jake Gyllenhaal), un huérfano adoptado por el rey que de pronto se ve acusado de asesinarlo al regalarle un manto envenenado. El obsequio, que pretendía ser una ofrenda tras la conquista injustificada (el pretexto: la supuesta manufactura de armas) de la pacífica ciudad de Alamut, le fue dado por su hermano pero nadie está dispuesto a escucharlo. Para salvar su vida, Dastan huye acompañado por la princesa Tamina (Gemma Arterton), quien en realidad desea recuperar la daga que Dastan interceptara durante la conquista. Tamina es su guardiana. La daga porta las arenas del tiempo y es capaz de retroceder en el tiempo a su portador, cambiando con ello el futuro. La pareja emprenderá un viaje con aras en dejar al descubierto la verdad aunque ésta es distinta a la que imaginan.

Como mero entretenimiento “El príncipe de Persia” funciona. Sin embargo, el resultado final está lejos del alcanzado en “La maldición de la perla negra” (2003), primera entrega de “Piratas del Caribe”. Los elementos están ahí: un héroe rebelde, una hermosa princesa, un terrible villano, mucha aventura, suntuosos efectos especiales, traiciones, una historia de amor-odio, artefactos mágicos, un reparto que mezcla experiencia con figuras en asenso y las múltiples posibilidades que ofrecen los juegos con el tiempo. El problema está en las dosis.

Mike Newell es un director cumplidor (“Harry Potter y el cáliz de fuego”, 2005) y en esta ocasión consigue un blockbuster promedio, pero es incapaz de darle corazón. La trama es predecible y cuando el último giro llega más que agradar al espectador lo indigna. Los personajes están pobremente delineados y los actores apenas y consiguen sacarlos a flote. Gyllenhaal, quien se quedó con el papel sobre Orlando Bloom y Zac Efron, funciona como héroe de acción pero Dastan está lejos de ser el cínicamente encantador Jack Sparrow de Johnny Depp o de contar con elementos distintivos que lo destaquen. Gemma Arterton continuaba en asenso que prometía, pero al final no logró consolidarse como una estrella. Ben Kingsley brinda su presencia y poco más; bien hubiera hecho el estudio en disfrazar mejor su rol antagónico en lugar de desperdiciar gratuitamente la que pudo ser una de las sorpresas de la trama. Y Alfred Molina como el Sheik Amar intenta arrancar un par de carcajadas con diálogos poco ingeniosos, aún así su personaje es uno de los más interesantes dada su crítica postura de los sistemas gubernamentales.

La clave en el asenso al trono del príncipe de Persia está en el uso futuro que le dé a las arenas del tiempo, pero para poder tener derecho a ello antes deberá contar con el visto bueno del público... las arenas pudieron traerlo de regreso, pero más bien dejaron que se lo lleva el viento.

Prince of Persia: The Sands of Time

EE.UU. 2010

Director: Mike Newell.

Reparto: Jake Gyllenhaal, Gemma Arterton, Ben Kingsley, Alfred Molina.

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