"Si puedes ver un mejor futuro, constrúyelo" frase promocional.
Francis Ford Coppola "vio el futuro", pero no pudo capturarlo.
Hay proyectos de pasión por los cuáles los directores luchan. Están "Roma" de Alfonso Cuarón, "Belfast" de Kenneth Branagh, "Ciudadano Kane" de Orson Welles o "El origen" de Christopher Nolan. Sin embargo, por cada uno de esos que han resultado en joyas del cine, están también otros menos afortunados como "Bardo" de Alejandro González Iñárritu o "Napoleón" de Ridley Scott. "Megalópolis" se suma a la lista.
La idea del filme surgió en 1977, aunque formalmente Coppola comenzó a desarrollarla en 1983. Es decir, le tomó 41 años conseguir que llegara a la pantalla grande y le costó también 120 millones de dólares de su propio bolsillo. Parte del tiempo justo fue para eso, para conseguir tener los recursos necesarios y concretar la visión que tenía, una visión por la que ningún estudio apostó en los 12 años que estuvo ofreciendo el proyecto (desde 1989 hasta 2001).
"Megalópolis" sucede en una versión alterna de Estados Unidos, Nueva Roma. César Catilina (Adam Driver), es un arquitecto que ha recibido el Nobel por su invento del Megalon, un nuevo y revolucionario material. Con él quiere construir un mejor futuro para la ciudad, pero su visión contrasta con la de Cicero (Giancarlo Esposito), el Mayor. En medio queda Julia (Nathalie Emmanuel), la hija de Cicero, y quién inicia un romance con César.
Apenas se comienza a ver "Megalópolis" es fácil pensar en grandes clásicos del cine, desde "El nacimiento de una nación" hasta "Metrópolis", pasando por "Ciudadano Kane" o incluso por "El árbol de la vida". Tiene esa dimensión y esa ambición. Es una película que fácilmente podría ser una adaptación de una novela de la filósofa Ayn Rand. Es hermosa de ver. La fotografía es impecable, con todos dorados que dan esa sensación de lujo, atemporalidad y posibilidad. El diseño de producción es también hermoso, jugando con lo futurista, lo clásico e incluso el art déco. Eso sí, no es del todo constante y no es el único aspecto en el que no lo es. Ahora, por cada una de esas referencia y seguro muchas otras, "Megalópolis" recuerda también a otras películas de grandes ambiciones y grandes caídas. Vaya, por no ir lejos, fácilmente podría decirse que es la "Babylon" de este año, aunque "Babylon" es definitivamente mucho mejor, más redonda. Está más en la vena de algo como "Alexander" o incluso la muy reciente "Joker: Folie à Deux". Tiene grandes ingredientes, pero no cuajan ni embonan del todo. Una ironía si se piensa que el protagonista es un arquitecto. Los planes le fallaron.
La intención es clara y Coppola ya la había declarado. Nueva Roma hace paralelos entre la caída de la República Romana y el futuro de Estados Unidos. Es, al final, la historia de todos los grandes imperios que tarde o temprano caen. Coppola quiere expresar cómo podría no suceder. Las referencias a Roma y sus personajes más icónicos no son pocas. El protagonista se llama César y otros más tienen nombres que refieren a figuras claves de la historia o los clásicos e incluyen a Cicero, Clorio o Crassus. La obviedad brota. No es el único problema.
El gran problema está en un exceso de ideas que no fueron editadas y que terminan por hacer que los momentos de genialidad, que los hay, se diluyan ante el absurdo, el mal gusto (por ejemplo, hay un personaje preguntándole a otro si le gusta su erección... ¿en serio?) y lo risible. Entre los nombres de personajes no sólo están los romanos, están los de risa. Aubrey Plaza hace a una reportera ambiciosa y se llama Wow Platinum. La hija de César y Julia es Sunny Hope (Esperanza Soleada). Hay situaciones que simplemente no tiene lógica. Por citar una que es hermosa, pero sin sentido. Hay un momento en que, a César, sentado en un andamio sobre la ciudad y a gran altura, lo alcanza Julia. Ella lo alcanza, él la recibe, baja de un andamio a otro, la besa mientras se recarga en el andamio y se besa. Sí, se ve hermoso y es poético a la vista, pero no tiene sentido, ¿quién se recarga en un andamio y vive? Ven el punto.
Esos contrastes están también en las actuaciones. Adam Driver hace lo mejor que puede y se compromete con todo, incluido el que su personaje puede detener el tiempo. Sí, no sólo es una película futurista, es también de ciencia ficción y fantasía. Nathalie Emmanuel está en romántica y en el melodrama. Jon Voight (Hamilton Crassus III, tío de César y un importante banquero), Shia LaBeouf (hijo de Hamilton) y Aubrey Plaza, están sobreactuados y casi en la caricatura. Laurence Fishburn (el chofer y narrador) y Dustin Hoffman (el arreglador de Cicero) están desperdiciados.
"Megalópolis" tiene, por cierto, un narrador y no tiene sentido. Dice lo que se verá o lo que ya se ve. La intención es darle, junto con letreros que aparecen, un tono que recuerda al cine clásico, incluso al de blanco y negro. No cuaja. Además, es un básico saber que si algo se dice no se muestra. Es redundante. Ese contraste retro futurista está mejor logrado en los escenarios, pero no en la forma de la película.
La historia sucede en unos años, pocos. Sin embargo, para una película que habla del tiempo, lo importante que es cuidarlo y lo apremiante que es enfocarlo adecuadamente, "Megalópolis" no le saca provecho. Es tan recargada en cuestiones narrativas y subtramas (quizás hubiera sido una mejor serie) que se siente más larga de las dos horas y 18 minutos que dura. Es también recargada en temas y, por ende, su discurso es sobre todo y sobre nada al final. A "Megalópolis" le falta contundencia y le sobra forma. Ningún estudio invirtió porque la película igual que la ciudad que busca construir César es una utopía, un imposible y el resultado lo demuestra.
El inicio de "Megalópolis" e incluso su póster anuncian que es una fábula, otra ironía. Una fábula es en teoría un relato breve y "Megalópolis" no lo es. Sí cumple en expresar una moraleja, pero una que se siente obvia y poco inspirada: "Juro lealtad a nuestra familia humana y a todas las especies que protegemos. Una Tierra indivisible, con larga vida, educación y justicia para todos". Es una buena intención... y de buenas intenciones está lleno el infierno
Francis Ford Coppola pudo ver "un mejor futuro", pero no pudo construirlo. El futuro que construye se queda en la forma, pero no tiene fondo. Es la utopía que plantea y que no tiene nada detrás de la "soledad esperanza". "Megalópolis" quedará en la historia del cine como una obra incomprendida por su propia falla, por su propio origen, por no ser capaz de ver más allá de sus narices. Es un pie de página en la filmografía de un director que tiene clásicos indiscutibles como "El padrino" o "El corazón de las tinieblas". César pide en "Megalópolis", "no dejes que el ahora destruya el para siempre". "Megalópolis" no tiene el poder ni la contundencia para hacer eso con un maestro del cine, pero sí para destruir un presente que, para su fortuna, el tiempo borrará en aras un mejor pasado que se reflejará en su futuro.
Descanse en paz "Megalópolis".
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EE. UU. 2024 - 2h 18m
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