Qué maravilla cuando un libro te permite recordar, te deja soñar, te ocasiona suspirar y, además, te sorprende, dejándote con ganas de más y al mismo tiempo satisfecho del viaje que se ha hecho.
Es la víspera de San Juan de 1980, los habitantes de Calabella, Costa Brava, esperan a Ava Gardner, la estrella de cine, quien inaugurará el cine del pueblo. Justo, un adolescente, también está expectante, pero por razones distintas. Ha elegido ese día para cambiar el rumbo de su familia. Así lo cuenta y así lo contrasta con su vida "actual", ya como un hombre maduro que mientras viaja y se desarrolla como fotógrafo profesional, vive con el peso de lo que hizo y sus consecuencias. Es otra noche especial, pues mientras espera a su madre, a quien celebra en un año más de vida, y cuyo regalo será la revelación del secreto, recuerda, pero más allá de ello, ahora será él quien verá su pasado reescribirse al tiempo que una nueva puerta se abre al futuro.
La pluma de Huerta tiene la gran virtud de adentrarse en Justo, permitiendo conocerlo sin juzgarlo, al tiempo en que sugiere... ¿Lo habrá hecho? ¿Será posible? ¿Cómo pudo? Y no es poco lo que se especula, pero justo cuando parece que se tienen las respuestas da un giro inesperado que evita cualquier lugar común. Es un gran relato sobre el amor entre padres e hijos, la importancia de los pequeños momentos, la belleza intrínseca del arte y el poder inenarrable de los sueños. "Soñar debería ser asignatura. Somos, si somos persistentes, lo que soñamos", le dice su madre, Teodora (o Te Adora, como prefiere escribirlo) a Justo.
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