El que un estudio retrace el estreno de uno de sus filmes más esperados regularmente significa que hay problemas. Cuando Warner Brothers anunció que “Harry Potter y el misterio del príncipe” llegaría a las salas en julio de 2009 en lugar de noviembre de 2008, las preguntas y dudas comenzaron a saltar. La espera terminó y valió la pena. David Yates, responsable de la secuela anterior “Harry Potter y la orden del fénix” (2007) y elegido para las dos partes en que será dividido el último libro, “Harry Potter y las reliquias de la muerte” (2010 y 2011), entrega una de las mejores partes de la serie y prepara efectivamente el escenario para el final.
El mundo de los magos vive tiempos de tensión tras el regreso de Voldemort y sus secuaces, los mortífagos. Harry Potter (Daniel Radcliffe) regresa a Hogwarts donde Dumbledore (Michael Gambon) le asigna una peculiar tarea: conseguir un recuerdo de Horace Slughorn (Jim Broadbent), el nuevo profesor de pociones. La información les permitirá enfrentar al Señor Obscuro. Pero la mente de Harry está también concentrada en otros asuntos. Su atracción por Ginny (Bonnie Wright) es cada vez más palpable, al igual que los sentimientos entre sus mejores amigos, Ron (Ruper Grint) y Hermoinie (Emma Watson).
David Yates aprendió de sus errores y regresa con una visión mucho más clara de los conflictos del mago en formación. Junto con el guionista Steve Kloves, Yates construye una pieza que si bien sirve, como inevitablemente debe hacerlo, como puente entre las historias que la escoltan también funciona individualmente. El mérito está en el equilibrio que se le da a las dos historias que tienen lugar. Por un lado está la preparación que Dumbledore da a Harry para enfrentar a Voldemort y cuyo seguimiento formará en gran medida la columna vertebral para el desenlace. Por otro está el desarrollo personal de los personajes. Hay romance, coqueteo y muchas, muchas, hormonas en el aire. El hecho permite algunos de los momentos más graciosos (a manos de Grint en su mayoría) y otros de los más conmovedores, entre ellos, la reacción de Hermoinie ante la relación de Ron con la expresiva Lavender Brown (Jessie Cave). Watson es sin duda una actriz talentosa y en esta ocasión aprovecha por completo cada una de las oportunidades que tiene. En este episodio Hermoinie cobra nuevas dimensiones. La inclusión de Jim Broadbent es uno de los mayores aciertos. El actor construye uno de los profesores más interesantes de los cuales la escuela tenga memoria. Michael Gambon, por su parte, está a la altura del momento crucial para su personaje y la historia. Es uno de los más conmovedores y sutilmente poderosos de la saga.
“Harry Potter y el misterio del príncipe” es una pieza admirable de cine. Abre cautamente apoyándose en un cuidadoso diseño de arte y una más obscura cinematografía (a manos de Bruno Delbonnel, “Amélie”, 2001), construye con detalles las relaciones, equilibra las dosis de drama y comedia, y dosifica el suspenso hasta que al final hace que explote la emoción en silencio, sin mayores adornos, sólo por la emoción del momento. Ésa es la magia del cine. Un misterio que aunque ‘develado’ deja con ganas de más, como un hechizo que invariablemente invita a las reliquias de la muerte.
Harry Potter and the Half-Blood Prince
EE.UU./Inglaterra 2009
Director: David Yates.
Reparto: Daniel Radcliffe, Emma Watson, Rupert Grint, Jim Broadbent, Tom Felton, Michael Gambon, Bonnie Wright, Jessie Cave.
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